En la última sesión de control al gobierno, la posibilidad de que la hipoteca se anulara al devolver la vivienda al banco ha sido motivo de debate. Además, el martes pasado el Parlamento gallego alcanzó por unanimidad un acuerdo para reclamar que la deuda hipotecaria quedase saldada con esta entrega.
Pese a los precedentes que encontramos en Francia, Gran Bretaña, Alemania, o EEUU, Zapatero ha manifestado su oposición a abordar una medida que según él, “pondría en riesgo el sistema financiero”. Aun así, se ha mostrado a favor de fomentar iniciativas para proteger a los insolventes.
Dejando a un lado temas tan controvertidos como que no tiene sentido cambiar las obligaciones (no sólo de los hipotecados sino en general) una vez que han sido adquiridas, que hay gente en la calle que debe continuar pagando al banco tras haberle dado la casa, o que muchos compraron pisos que nunca podrían pagar (casándose hasta para 40 años con su entidad financiera); cabe plantearse un asunto fundamental: ¿Por qué ese afán español de tener una vivienda propia?
Frente al 65% de personas con domicilio en propiedad de la Unión Europea, España cuenta con un escandaloso 85%. ¿Qué motiva tal ansia de acaparamiento? Además la cuestión está íntimamente relacionada con el problema de la escasa movilidad laboral en nuestra nación, de cuya población solamente un 0,1% reside y trabaja en otro estado miembro de la Comunidad Europea. Cifra irrisoria si se compara con el 1,5% de europeos que lo hace, o con el 5,9% de los EEUU.
Entre los obstáculos que consideran los españoles a la hora de establecer su flexibilidad geográfica se encuentran por este orden, el arraigo familiar y de amistad, las barreras idiomáticas (lamentable ciertamente), y cómo no: la adquisición de viviendas en propiedad. Y eso que parece que a posteriori todo son problemas.
Nuestra actitud debería ser distinta, ya no por la mera negatividad que implica en sí misma, sino sobre todo por la actual época de crisis . La palabra por cierto, viene del verbo griego krinein, que significa separación, juicio, decisión; una decisión que implica replantearse el modo de concebir la vida, la vivienda, las posibilidades no sólo de trabajo y formación en otros lugares sino de crecimiento personal.
Por fortuna actualmente existen múltiples programas de movilidad como los erasmus, Marie Curie, la beca Leonardo da Vinci, las del ICEX, las becas MAEC, etcétera; además de un portal europeo de movilidad profesional, el EURES, que lleva ya más de 16 años en funcionamiento.
A pesar de las consideraciones iniciales parece que no todo está perdido, pues el Estudio Randstad del 2010 afirmaba que el 62% de los españoles están dispuestos a abandonar la ciudad en la que residen con el fin de conseguir un empleo. Y es más que probable que este cambio de perspectiva suscite otro en cuanto al tan polémico tema de la adquisición de la vivienda, los alquileres, y la hipoteca.
Pese a los precedentes que encontramos en Francia, Gran Bretaña, Alemania, o EEUU, Zapatero ha manifestado su oposición a abordar una medida que según él, “pondría en riesgo el sistema financiero”. Aun así, se ha mostrado a favor de fomentar iniciativas para proteger a los insolventes.
Dejando a un lado temas tan controvertidos como que no tiene sentido cambiar las obligaciones (no sólo de los hipotecados sino en general) una vez que han sido adquiridas, que hay gente en la calle que debe continuar pagando al banco tras haberle dado la casa, o que muchos compraron pisos que nunca podrían pagar (casándose hasta para 40 años con su entidad financiera); cabe plantearse un asunto fundamental: ¿Por qué ese afán español de tener una vivienda propia?
Frente al 65% de personas con domicilio en propiedad de la Unión Europea, España cuenta con un escandaloso 85%. ¿Qué motiva tal ansia de acaparamiento? Además la cuestión está íntimamente relacionada con el problema de la escasa movilidad laboral en nuestra nación, de cuya población solamente un 0,1% reside y trabaja en otro estado miembro de la Comunidad Europea. Cifra irrisoria si se compara con el 1,5% de europeos que lo hace, o con el 5,9% de los EEUU.
Entre los obstáculos que consideran los españoles a la hora de establecer su flexibilidad geográfica se encuentran por este orden, el arraigo familiar y de amistad, las barreras idiomáticas (lamentable ciertamente), y cómo no: la adquisición de viviendas en propiedad. Y eso que parece que a posteriori todo son problemas.
Nuestra actitud debería ser distinta, ya no por la mera negatividad que implica en sí misma, sino sobre todo por la actual época de crisis . La palabra por cierto, viene del verbo griego krinein, que significa separación, juicio, decisión; una decisión que implica replantearse el modo de concebir la vida, la vivienda, las posibilidades no sólo de trabajo y formación en otros lugares sino de crecimiento personal.
Por fortuna actualmente existen múltiples programas de movilidad como los erasmus, Marie Curie, la beca Leonardo da Vinci, las del ICEX, las becas MAEC, etcétera; además de un portal europeo de movilidad profesional, el EURES, que lleva ya más de 16 años en funcionamiento.
A pesar de las consideraciones iniciales parece que no todo está perdido, pues el Estudio Randstad del 2010 afirmaba que el 62% de los españoles están dispuestos a abandonar la ciudad en la que residen con el fin de conseguir un empleo. Y es más que probable que este cambio de perspectiva suscite otro en cuanto al tan polémico tema de la adquisición de la vivienda, los alquileres, y la hipoteca.
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