“La primera igualdad es la equidad”- Víctor Hugo.
A propósito de la celebración del Día Europeo de la Igualdad Salarial el lunes 22 de febrero, diarios como ABC, El Mundo, o El País, dedicaron un espacio a noticias y reportajes sobre la igualdad salarial entre hombres y mujeres. En casi todos ellos se reflejaba el siguiente dato: las mujeres europeas necesitan trabajar 53 horas más al año que los hombres para cobrar lo mismo. Tras el escándalo inicial, cabe preguntarse cómo se ha obtenido esta cifra.
En la misma línea, y con el Día de la Mujer Trabajadora a la vuelta de la esquina, otra de las cuestiones más comentadas en los medios,ha sido también otro dato, el de que el 75% de los hombres está más satisfecho con el equilibrio entre vida laboral y vida familiar cuando su jefe es del sexo femenino. Y en el contexto de estos debates ha tenido cabida la llamada “discriminación positiva”
El término en sí mismo resulta contradictorio, pues discriminar es “Dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etcétera”. Añadir “positiva” comporta darle la vuelta al concepto, obteniendo como resultado aquello que contempla la RAE : “Protección de carácter extraordinario que se da a un grupo históricamente discriminado, especialmente por razón de sexo, raza, lengua o religión, para lograr su plena integración social.”Algunos medios han optado entonces, por referirse a la “discriminación positiva” con la acepción “acción positiva”, refiriéndose con ella a aquellas acciones que se llevan a cabo para mejorar las condiciones de la mujer en la sociedad. Ofrecer más plazas para mujeres en un determinado trabajo o decantarse por ella ante dos candidatos sólo diferenciados por su sexo, serían un ejemplo de este tipo de acciones.
¿Pero de verdad las mujeres necesitan estas iniciativas?¿Hace falta esta protección?
Volviendo a las 53 horas de más que necesitan trabajar las féminas respecto de los varones, es vital saber la procedencia y obtención de este dato, pues es evidente que si se trata de una media entre trabajos de mujeres en general, y trabajos de hombres en general, las primeras salen perdiendo simplemente por una cuestión histórica. Además, ¿es cierto que los hombres cobran más aunque desempeñen el mismo trabajo que ellas?
Es importante destacar que en España la mayoría altos cargos son varones, y que estos puestos están mejor remunerados que el resto, cuestión que afecta a la mencionada media. La situación se entiende fácilmente si se tiene en consideración que el acceso a la universidad de las mujeres no estuvo permitido hasta 1910, y que su normalización no se dio hasta mucho más tarde.
Para ocupar un alto puesto se necesita experiencia, y ésta sólo se consigue a través de los años, años en los que como se explica, los hombres llevan ventaja. Y por esto mismo, en otros países como Filipinas, existe un 58% de directivas, y en los Estados Unidos, la mujer es responsable del 89% de las cuentas bancarias.
La discriminación positiva tiene inconvenientes. No sólo muchas mujeres se muestran contrarias a ella porque se presupone que necesitan ayuda para conseguir ciertos objetivos, sino que además las repercusiones sobre el contexto en el que se llevan a cabo estas “acciones positivas” pueden ser terribles. Es el caso de Suecia, que en 2003 privilegió el acceso de los hombres a la universidad, pues sólo un 40% de ellos accedía a estos estudios. El resultado fue que el 95% de las solicitudes rechazadas fueron de mujeres, mujeres mejor cualificadas que los varones que accedían a estas enseñanzas. Además, la medida propició un clima de confrontación y rivalidad entre estudiantes prácticamente insostenible.
Resumiendo, la discriminación positiva nunca puede ser buena, pues implica una injusticia hacia otra persona (que históricamente no ha sido discriminada, pero que ahora lo será). Convendría cerrar definitivamente este círculo vicioso, convendría elegir al mejor, al más cualificado, convendría en definitiva, darle sólo preferencia a la equidad.