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sábado, febrero 27, 2010

EL TÚNEL

El túnel de Ernesto Sábato.


Contempla la portada con curiosidad, y tras un breve instante desliza su dedo entre las rugosas páginas. Sus ojos inician entonces una lectura que no tarda en ser interrumpida por el temprano asombro que surge tras unas pocas palabras.

Este es el proceso por el que inevitablemente pasa todo aquel que lee El túnel de Ernesto Sábato. La historia comienza de un modo nada frecuente: el relato se inicia por lo que podría ser el final (de ahí la sorpresa).

En las primeras líneas se desvela un asesinato, cuyo autor no es otro que el propio narrador. El relato que las sucede será una vuelta atrás y una explicación de lo acontecido, un intento del protagonista de mostrar las motivaciones de su crimen.

El argumento gira entonces, entorno a este asesinato, el de un hombre a la única mujer que le ha entendido
Pero para comprenderlo a él y la novela, cabría situar esta última en el contexto histórico y social en el que fue escrita:

Hacia 1940, Buenos Aires se transformaba en una metrópolis con cierta potencia. A la ciudad llegaban numerosos grupos de inmigrantes, y se empezaba a vivir entre una gran multiculturalidad. Sin embargo, fue también la época del peronismo, donde la pobreza y el arduo trabajo eran el pan de cada día.
Castel, protagonista y narrador de El túnel, no se encuentra integrado en esta comunidad, que se le antoja demasiado moderna, industrial, y snob.

Hay quienes han clasificado esta novela de existencial, y tiene sentido hacerlo, pues esa filosofía entiende al individuo como un ser aislado de un “universo hostil”, y este personaje es precisamente eso, un ser solitario.
Y al igual que el Gregor de La Metamorfosis, incomprendido y frustrado.

A pesar de su retraimiento, el pintor cuenta con algunos caracteres propios de las personas del tiempo en que Sábato escribió la narración. El personaje es perfectamente consciente del desgaste y problemas de su civilización, se permite incluso ser cínico y expresar sus críticas con la violencia a la que diariamente se ha habituado.

Castel es vehemente, tajante, impulsivo pero también racional. Tiene el don de percibir cualquier detalle, de recrearse en él obteniendo nuevos sentidos. Su recogimiento y singularidad lo llevan a la envidia, una envidia que se desata cuando observa que su amada tiene amigos y relaciones sociales. Se encubre pero, esta envidia, bajo el nombre de los celos. El artista elucubra constantemente sobre los posibles amantes de la mujer a la que quiere.


La narración en primera persona ayuda a comprender a este singular ser. Sabemos de su sentir y su particular pensar salpicado de figuraciones absurdas.
Para ello, el autor se vale de un estilo llano y sencillo, cargado de coloquialismos, ironías, y expresiones propias que uno pensaría pero que tal vez jamás diría. Es por ello por lo que Castel resulta cercano, real.
Incluso en las ocasiones en las que hay diálogo, es más importante cómo lo vive él, o las partes ocultas de la conversación, que el diálogo en si mismo. Recuerda esta técnica a la de Virginia Woolf en La señora Dalloway.

Se trata asimismo, de un relato ágil, aunque cuando el pintor visita a María en la casa en la que también está Hunter, el ritmo decae. Pese a esto, podría considerarse adecuado porque de este modo, tanto Castel como el lector están impacientes, esperando el primero que baje María, y el segundo que cambie la acción.


Respecto al título que da nombre a esta novela, El túnel no es más que la metáfora de todas las sensaciones de soledad, frustración y retraimiento de la sociedad. Un túnel es oscuro, húmedo y triste, como la vida y sentimientos del personaje principal.

Otro aspecto de interés es que la publicación de esta novela tuvo lugar en la revista Sur, en la que Sábato colaboraba, durante el año 1948, pues todas las editoriales de Buenos Aires la rechazaron.
Ahora bien, a pesar de este repudio inicial, Sábato logró el reconocimiento de personalidades como Thomas Mann y Albert Camus.

Asimismo, se han realizado diferentes adaptaciones cinematográficas, y una de ellas fue dirigida por León Klimovsky.

De nuevo pues, junto con Moupassant o Baudelaire, tenemos otro autor que expone el goce en aquello prohibido (en esta ocasión el goce en asesinar). Pero no sólo eso, pues en esta primera novela, Sábato, con su esmerado uso de la ironía y el absurdo, consigue dejarnos un regusto insólito, pues ¿cómo hemos podido casi empatizar con un asesino?

2 comentarios:

  1. Amiga española:

    Me parece que quedan muchas cosas por decir sobre "El Túnel".

    Principalmente, que, en cierta manera, logra retratar la ambigüedad del alma humana, tironeada entre el amor y el odio, la pasión y la obsesión, y la razón y el sentimiento, por ejemplos. Y, algo no menos importante, esa concepción incluye a la mujer.

    Sí, claro, debe entenderse en el marco de una sociedad que se hace cada vez más masiva e inhumana, donde el hombre no tiene muchos sostenes más allá de su propio ser.

    Me permito una aclaración: es falso que la década de los ´40s "fue también la época del peronismo, donde la pobreza y el arduo trabajo eran el pan de cada día". Creo, más bien, que fue un período de industrialización y de arduo trabajo, sí, pero no de pobreza.

    Desde el conurbano bonaerense, con afectuoso respeto.

    Julio D´Amore

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  2. Lo único que realiza es una descripción de la obra, no un análisis del contexto socio-cultural....

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