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viernes, noviembre 20, 2009

CASA DE MUÑECAS. Ibsen



CASA DE MUÑECAS. Henrik Ibsen. Traducción de Alberto Adell.
Alianza Editorial. Madrid, 1989, 2008.


“Existen dos códigos de moral, dos conciencias diferentes, una del hombre y otra de la mujer. Y a la mujer se la juzga según el código de los hombres. [...] Una mujer no puede ser auténticamente ella en la sociedad actual, una sociedad exclusivamente masculina, con leyes exclusivamente masculinas, con jueces y fiscales que la juzgan desde el punto de vista masculino.” Estas palabras que  Henrik Ibsen dejó plasmadas en sus Notas para la tragedia actual, son de gran utilidad a la hora de comprender Casa de muñecas, quizás la más polémica de sus obras.
Así pues, el drama fue escrito durante la madurez de su autor, a medio camino entre Italia y Alemania, y en un contexto social característico. La sociedad occidental de 1880 era masculina, misógina, y basaba sus principios en los fundamentos de la familia tradicional, en la que el marido encarnaba al cabeza de familia, poseyendo para tal condición, una autoridad casi divina.
Casa de muñecas constituyó entonces, un auténtico escándalo para esta comunidad. Hubo sectores que acusaron a Ibsen de atacar a los “fundamentos de la familia”, las bases sobre las que se alzaban el orden jurídico y sus consecuencias sociales, morales, y económicas. En cuanto a las mujeres, tuvieron la oportunidad de escoger a Nora, la protagonista, como modelo a seguir.
Fue tal la controversia y la sensación que la obra generó, que Ibsen se vio obligado a escribir un final alternativo al original. Sin embargo, la polémica no decreció, y en numerosas ocasiones se ha variado en función de los valores del responsable de la dramatización.

Casa de muñecas se encuentra estructurada en tres actos, el primero de los cuales presenta a los personajes y plantea el dilema. El segundo es angustioso y la protagonista se debate entre la exasperación y la duda. En el tercero tiene lugar el clímax de la obra: la rebelación de Nora.

La trama gira entorno a la protagonista, inspirada en una escritora noruega muy influida por Ibsen, Laura Kieler, cuya historia personal se asemeja enormemente con la de Nora.
Tanto Nora como Laura mienten por amor. Falsifican la firma de sus padres con el fin de recibir un aval para el  préstamo con el que salvar la vida de sus enfermos maridos, pero son descubiertas. Aunque en Casa de muñecas Nora abandona el hogar familiar, Laura Kieler acabó sus días en un psiquiátrico, divorciada y separada de sus hijos.
Al comienzo de la obra  (aunque sin caracterización alguna) se presenta a Nora como una mujer dócil y conformada, complaciente con su marido, infantil, poco útil e incluso poseedora de una psicología misógina exasperante, puesta de manifiesto entre otros, al consentir dócilmente que su marido le atribuya apelativos tan cariñosos como “chorlito”. Sin embargo, al presentar el dilema en el que se encuentra, Ibsen consigue cambiar esta primera impresión causada, pues Nora es inteligente y sacrificada, y puede que más parecida a la Madame Bovary de Flaubert.
La escena  final de la obra es el momento en que más definida se encuentra su personalidad, cuando después de ser descubierta por su esposo y ante la reacción de él, plantea el verdadero problema del matrimonio y decide marcharse. Juega aquí Ibsen con los conceptos de libertad y de verdad, principios según él, de todo teatro, y “las verdaderas columnas de toda sociedad”.

El estilo de Casa de muñecas es sencillo, los personajes no emplean un lenguaje recargado, sino otro que pone de manifiesto su forma de pensar. Es importante también el uso de los símbolos en el drama, pues uno de ellos, la muñeca, es el que le da el título. Destacan asimismo las referencias a animales y el disfraz.

De esta obra, se han realizado hasta cuatro adaptaciones cinematográficas, e incluso algunos escritores y críticos han considerado Casa de muñecas como la primera obra teatral feminista.

Así pues, con Casa de muñecas Ibsen denunció a su sociedad, le enseñó su inútil justicia, y la puso en evidencia demostrando que tanto mujeres como hombres debían ser iguales. Y con  palabras de la propia protagonista, anunció que las mujeres “debían pensar por si mismas y ver con claridad las cosas”.



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